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¿Para cuándo una cura para la Diabetes Tipo 1?

InvestigaciónA pesar de los múltiples esfuerzos y la investigación dedicada al desarrollo de una cura definitiva para la diabetes tipo 1, sigue sin existir una solución definitiva, eficaz y generalizada. En cualquier caso, son varios los investigadores de primera línea alrededor del mundo que se han marcado el objetivo de encontrar una cura para la diabetes tipo 1. La medicina continúa experimentando avances y hoy en día se conocen con mayor detalle las causas y los mecanismos que actúan detrás de esta enfermedad crónica.

Hasta la fecha ha sido posible investigar algunos tratamientos que parecían prometedores, pero todos ellos se han encontrado con diversas complicaciones o su efecto ha sido sólo temporal. Un ejemplo de ello ha sido el trasplante de células beta al páncreas de una persona diabética con el objetivo de substituir las células destruidas por el propio organismo. Después del implante, las células beta de los islotes comienzan a producir y liberar insulina, permitiendo al paciente no tener que administrarse insulina, pero su eficacia no es permanente. Al igual que en otros trasplantes, las células externas son  identificadas por el propio cuerpo como moléculas extrañas y eso provoca una fuerte reacción del sistema inmune que ataca el tejido trasplantado. A pesar de combinar el trasplante con la administración de sustancias inmunosupresoras para bloquear la respuesta de nuestro cuerpo, más pronto o más tarde, el paciente tiene que volver a administrarse insulina. Por otra parte, el uso de estas sustancias provoca que el cuerpo sea más susceptible a la acción de otras enfermedades e infecciones.

¿Cuáles son las estrategias o líneas de actuación en las que se concentran los esfuerzos en la actualidad?

La investigación con células madre es una de las líneas más prometedoras porque está permitiendo numerosos avances cada año. Estas investigaciones presentan el potencial de lograr nuevos tratamientos para la diabetes, tanto para la de tipo 1 como la de tipo 2. En primer lugar, el desarrollo de células beta productoras de insulina a partir de células madre facilitará la disponibilidad de las mismas, ya que no es fácil encontrar donantes. Esa es una de las razones por las que el trasplante de células beta se ha limitado a aquellos casos en los que el paciente tiene graves dificultades para controlar correctamente los niveles de glucosa en sangre y sufren intensas hipoglucemias. En segundo lugar, la investigación con células madre pretende encontrar algún modo de evitar o limitar la respuesta autoinmune que se produce en la diabetes de tipo 1, cuando nuestro cuerpo confunde a nuestras propias células beta con patógenos (agentes que pueden producir enfermedad o daño a nuestro organismo) y las ataca para eliminarlas. Por lo tanto, el objetivo aquí es conseguir impedir este ataque sin afectar la capacidad de nuestro sistema inmune para luchar contra las enfermedades y las infecciones. Esta solución abriría las puertas a que los diabéticos puedan volver a producir insulina. El uso de células madre ya está revolucionando la medicina y contribuirá decisivamente en los próximos años a lograr avances que hace tan sólo 20 años eran del todo impensables.

La nanotecnología es otro campo de investigación que podría marcar un antes y un después en el tratamiento de la diabetes. La nanotecnología permite manipular la materia a escala atómica, con mucha precisión. Cuando se manipula a escala tan minúscula, la materia presenta fenómenos y propiedades totalmente nuevas. A través de la nanotecnología se está investigando múltiples objetivos, como por ejemplo la medición de los niveles de glucosa en sangre de modo no invasivo, con precisión y sin tener que punzarse el dedo. Otro objetivo más ambicioso es desarrollar sistemas que permitan emular al páncreas, suministrando la dosis necesaria de insulina en el momento adecuado. Se trata de un sistema de sensores diminutos, inyectables en el sistema circulatorio, que liberan la insulina cuando los niveles de glucosa superan cierto nivel. Estas nanopartículas se hacen con dextrano, un polisacárido complejo, y se cargan con insulina y encimas relacionadas con la glucosa. Los niveles altos de glucosa activarían estas encimas y destruirían el dextrano, permitiendo que se libere la insulina. Los investigadores están estudiando la forma de optimizar estos sensores para lograr que respondan con la misma rapidez que lo hacen las células beta en el cuerpo y hacerlos más biocompatibles con los tejidos humanos. Esta solución ayudaría a eludir la inyección de insulina antes de cada comida principal, pero requeriría recargar las reservas de insulina a medida que éstas se van consumiendo.

Así pues, si bien en la actualidad continúa sin existir una cura eficaz, permanente y aplicable de forma masiva a los diabéticos, todas las iniciativas de investigación que siguen progresando nos permiten cierto optimismo a la hora de prever resultados importantes, y quizás definitivos, en los próximos 10 a 20 años. No será algo inmediato, pero para una enfermedad que lleva siglos afectando a la humanidad y con la que convive un porcentaje creciente de la población, contamos sin duda con la paciencia necesaria para conseguir un hito que cambiará nuestras vidas a mejor.

En el futuro profundizaremos en el estado de las investigaciones y comentaremos otros avances que se puedan producir.

 

Fluidez en el flujo sanguíneo

Flujo sanguíneoLas enfermedades cardiovasculares ya constituyen la primera causa de muerte en el mundo occidental. El progresivo envejecimiento de la población y un ritmo de vida cada vez más sedentario aumentarán notablemente el número de afectados por estas complicaciones en los próximos años.

La sangre es un fluido que circula por nuestras arterias y venas. Se compone de una parte líquida llamada plasma, que contiene agua, sales y proteínas, y de otra sólida formada por glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. No es tan líquida como el agua ni tan viscosa como el aceite, aunque bajo determinadas condiciones puede estar más concentrada. Cuando la viscosidad de la sangre aumenta, se incrementa el riesgo de formar coágulos (trombos) en los vasos sanguíneos o en los pulmones, que a su vez pueden causar infartos (de corazón o cerebrales) que pueden ser fatales. Cuanto más espesa sea la sangre, mayor será la dificultad del corazón para bombearla a los tejidos del cuerpo y, por lo tanto, mayor será el riesgo de enfermedad cardiovascular.

Los diabéticos mal controlados suelen mantener niveles de glucosa en sangre demasiado altos. Esto provoca una mayor viscosidad en la sangre. Como ejemplo, basta pensar en los líquidos con una elevada concentración de azúcar (p.ej.: jarabes) que son más densos y no fluyen tan bien como el agua. En consecuencia, cualquier persona diabética debería evitar las causas que favorecen niveles altos de viscosidad en su flujo sanguíneo, ya que si no lo evita estará incrementando el riesgo de sufrir complicaciones graves.

Todos los diabéticos saben que es fundamental controlar el nivel de glucosa en la sangre, pero… ¿qué otros factores pueden provocar una mayor viscosidad?

  1. Exceso de grasas: Una dieta rica en grasas, sobretodo grasas saturadas, suele comportar altos niveles de colesterol y de triglicéridos. Ambos factores contribuyen a incrementar la viscosidad o espesor de la sangre y ello dificulta la circulación. Es habitual encontrar grasas saturadas en productos lácteos hechos con leche entera, en la nata, la mantequilla, los embutidos, el tocino en general, la repostería industrial elaborada con aceites de coco o de palma, los platos precocinados, etc. Si nos esforzamos por tener una alimentación sana y equilibrada contribuiremos a evitar problemas y posibles complicaciones en nuestro sistema circulatorio.
  2. Exceso de sal: La sal tiene la propiedad de retener agua e incrementa la presión arterial, por lo que un consumo excesivo de sal puede relacionarse con trastornos circulatorios y de retención de líquidos. Si nuestra sangre ya presenta una viscosidad elevada y le añadimos un problema de retención de líquidos, el resultado será una mala circulación y un aumento de la probabilidad de sufrir problemas circulatorios . Por ello, conviene vigilar el consumo de sal común y al mismo tiempo no abusar de alimentos ricos en sodio como las aceitunas, los quesos curados, los embutidos y aquellos a los que se les añade una cantidad importante de sal durante el proceso de elaboración (encurtidos, salazones, conservas, patatas fritas, etc).
  3. Falta de ejercicio físico: Sabemos que una vida excesivamente sedentaria perjudica a nuestro sistema circulatorio y a nuestra salud. Mediante el ejercicio físico podemos controlar nuestro peso, reducir el colesterol y los triglicéridos, y mantener un corazón en forma. El ejercicio habitual es la mejor manera para favorecer el retorno venoso (flujo sanguíneo de vuelta al corazón) y mejorar los síntomas asociados a una mala circulación. En caso de que no estemos habituados al ejercicio físico, se recomienda precaución a la hora de realizar esfuerzos para evitar insuficiencias cardíacas.
  4. Falta de hidratación: Tal y como se ha dicho al inicio, el agua es un componente importante de la sangre. Si no ingerimos suficiente líquido podemos estar provocando un problema de deshidratación en nuestro cuerpo. Esta deshidratación provocará que nuestra sangre esté más concentrada y tenga un color más oscuro. Es recomendable beber entre 1,5 y 2 litros de agua por día, aunque las necesidades se concretan en función de nuestra masa corporal, alimentación, edad, etc. Además, el consumo de agua entre comidas nos ayuda a eliminar toxinas.
  5. Exceso de toxinas: Aunque no puedan ser calificadas como causa específica de una mayor viscosidad de la sangre, es evidente que si a los problemas de circulación sanguínea le sumamos una presencia acentuada de toxinas procedentes del tabaco, el café u otros productos que incluyen estos componentes, empeoraremos la situación. En primer lugar, la presencia de estas toxinas no favorecerá en absoluto una circulación fluida. En segundo lugar, la combinación de estas toxinas con problemas de viscosidad en la sangre conllevará una permanencia de las mismas durante más tiempo en nuestro cuerpo, ya que nos resultará más difícil eliminarlas. Finalmente, deberíamos tener claro que ante las afectaciones y posibles complicaciones que pueden derivarse de una diabetes mal controlada, lo último que necesitamos es ingerir otras sustancias nocivas que puedan causar daños o alteraciones negativas en nuestro organismo.

Si hacemos un esfuerzo por mantener una alimentación sana y equilibrada, beber suficiente agua y hacer ejercicio físico, además de lograr un control eficaz de los niveles de glucosa conseguiremos poner los medios necesarios para evitar que nuestra sangre se convierta en un jarabe espeso que circule con dificultad por nuestras arterias, venas y vasos capilares. No hace falta ser un experto en medicina ni en dinámica de fluidos para entender los problemas que ciertas sustancias pueden causarnos cuando están presentes en nuestra sangre en niveles excesivos.